lunes, 24 de noviembre de 2025

NUEVO LIBRO DE LA OVEJA NEGRA

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Con el boletín La Oveja Negra buscamos comprender el mundo que habitamos, agitar, señalar las causas profundas de los malestares sociales, participar de las luchas en curso, solidarizarnos, darles visibilidad.

La presente edición facsimilar reúne los primeros 100 números a lo largo de los cuales hemos reflexionado sobre diversos temas locales e internacionales, históricos y actuales, desde una perspectiva de crítica radical.

Continuamos sosteniendo que otras formas de lucha son posibles, que otra sociedad es posible, sin Capital y sin Estado, sin propiedad privada y sin dinero.

Mantenemos la perspectiva histórica del movimiento por la superación de las condiciones existentes a la vez que intentamos contribuir a su actualización, a ir al tiempo de nuestro tiempo.

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Disponible en la Biblioteca y Archivo Alberto Ghiraldo para consulta y en feria, como todo el catálogo de nuestra editorial Lazo Ediciones.

jueves, 2 de octubre de 2025

«NI UNA MENOS»

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La primera manifestación con la consigna «Ni una menos» se realizó por primera vez el 3 de junio de 2015 en ochenta ciudades de Argentina, luego del asesinato de Chiara Páez, una adolescente de 14 años asesinada a golpes acá cerca, en Rufino. Su cadáver fue encontrado en el patio de la casa de su novio. Tiempo después, en octubre de 2016, luego del brutal asesinato de Lucía Pérez en Mar del Plata, se desataron masivas manifestaciones en las calles de todo el país.

Estas manifestaciones fueron y son la cara visible de todo un proceso de cuestionamiento al machismo, de visibilización de los asesinatos de mujeres tipificados como femicidios, de la violencia doméstica y de la cuestión de género en general. Una lucha que no se da solo en las calles, sino que intenta suceder en todos los ámbitos de la vida social.

En 2016 lanzábamos un panfleto titulado «Nos están matando», que lamentablemente nunca perdió vigencia y que actualizamos y volvemos a poner común. Esta vez a la cuestión de clase y género, a la precariedad, al oportunismo político, es preciso sumarle la cuestión narco en un país que se hunde en la miseria, la exclusión y nuevas formas de supervivencia.

«Nos están matando»

Nos están matando. En nuestras casas, en el trabajo, en las escuelas, en las comisarías, en la calle. Nos matan a los golpes, linchados, violadas, empaladas, desangradas, torturadas, envenenados, empastillados, encerradas, enfermos, depresivos. Nos matan porque es fácil, porque se puede, por portación de cara, por mujeres, por pobres, por putas, por salir a la calle, por querer tener sexo, por negarnos. Nos matan porque sobramos, en un mundo donde la ganancia es más importante que la vida. Donde aprendimos a vendernos como mercancías y tratarnos y a tratar a los demás como objetos, como medios para alcanzar un fin, como si fuésemos cifras cuantificables.

Ayer, el asesinato brutal de Lucía en Mar del Plata fue una chispa que desató la rabia, la frustración, el asco, el odio y la necesidad de terminar con esta masacre despiadada. Hoy, la tortura y asesinato en Florencio Varela de 3 mujeres jóvenes que fue transmitido en redes sociales. Brenda (20 años), Morena (20) y Lara (15) fueron asesinadas por una banda narco. Según el ministro de seguridad de la provincia de Buenos Aires, en la macabra transmisión el capo del grupo advirtió: “Esto le pasa al que me roba droga”.

Algunos señalan la decencia o no de las asesinadas, otros señalan la prostitución, se machaca la nacionalidad extranjera del capo narco. A su vez, en una Argentina de campaña electoral permanente hay quienes aprovechan para usar el dolor como plataforma política.

Se responde con indignación y con una rabia masiva, aun en un necesario clima de catarsis, de la conversación al grito, del aislamiento a juntarse masivamente en marchas autoconvocadas. Los dedos señalan al Estado en su supuesta ausencia, al gobierno de turno, a los medios de comunicación, a las políticas educativas. Algunos piden justicia y más intervención estatal, más policía, que se cumplan las leyes, que la democracia “funcione”. La democracia funciona. El Estado y su policía garantizan la trata a nivel nacional, así como garantizan el narcotráfico.

Además de dejar salir nuestra bronca también tenemos que pensar qué estructura todas estas violencias individuales, pensar en la violencia general, en las condiciones que la permiten, por qué se produce y cómo destruirla. Hace falta ir a la raíz: se trata de destruir las condiciones materiales que reducen nuestra vida a un producto aprovechable o prescindible según las circunstancias, la instrumentalización de nuestros cuerpos y su sometimiento.

«No le pasa a cualquiera»

Frente a los asesinatos y en las manifestaciones es probable ver género y no clase. Bien, nuestra propuesta es comprender la implicación entre género y clase.

No es preciso que “me pueda pasar a mí” para movilizarnos, que le pase a una persona semejante debería ser suficiente. Como quedó claro, esto no le puede pasar a cualquiera, le pasa a los pobres y más precisamente de cierta franja etaria, como a los cientos de asesinados vinculados al narcotráfico que son en su abrumadora mayoría masculinos. En esta ocasión no se trata de un simple femicidio, sin embargo, es un error desplazar la cuestión de género.

De los 4 sospechosos detenidos 2 son mujeres. El móvil del crimen se supone fue un ajuste de cuentas, no por “ser mujeres”. Pero las tres torturadas y asesinadas son mujeres, los cuerpos filmados y exhibidos son de mujeres, el disciplinamiento de unos a otros hombres es a través de cuerpos de mujeres, el escarnio público moralista es sobre la vida de ellas, incluso sobre la supuesta responsabilidad de sus madres. No se trata de un simple “ajuste de cuentas”.

Quieren decirnos que hay pobres buenos y pobres malos, mujeres putas y mujeres decentes, víctimas culpables y víctimas inocentes. Incluso que hay empresarios honestos y empresarios criminales.

No se pone en duda el ideal burgués de felicidad o de ascenso social, de éxito individual sin importar el prójimo, solamente se cuestiona con tono moralista cómo alcanzarlo. Los pobres son señalados como culpables por desear la vida que llevan los ricos. Cargan el pecado de querer imitar la vida que les promocionan y no les brindan.

Son los jóvenes pobres que encarnan la violencia de las zonas marginales y precarias, la carne de cañón del narcotráfico, como sabemos de sobra en Rosario. Tanto aquí como en otras partes del país, ciertos barrios tienen una tasa de homicidios 3 veces mayor a otros, cada quien en su ciudad sabrá ubicarlos en un país donde 6 de cada 10 jóvenes vive en la pobreza.

En el panfleto mencionábamos que sobramos y decíamos en números anteriores de este boletín que somos “población excedente”. Una población excedente con relación a las necesidades del Capital. No fuimos o somos muchos: somos muchos viviendo de este modo, donde se tira la comida producida, donde nos concentramos en ciudades, donde producimos para la ganancia y no simplemente para vestirnos, alimentarnos, disfrutar y habitar un espacio. Aquello que se percibe y se nombra como exceso demográfico o población sobrante es una expresión concreta de la propia dinámica del modo de producción capitalista.

Narcotráfico y Capital

A diferencia de otros delincuentes, el narcotraficante es un empresario: no se limita a tomar una parte de la riqueza, sino que participa en su producción. Sobre la base de la ilegalidad, existe un mayor control del mercado y los precios, posibilitando una enorme rentabilidad, sumado a las deplorables condiciones de explotación en que se suelen realizar la producción y distribución de estas mercancías. Estas características hacen que la violencia sea un factor principal en la competencia, en comparación con otros sectores donde la productividad del trabajo y la innovación tecnológica son determinantes.

Con el narcotráfico, la competencia “desleal” y la violencia extraeconómica (coacción, patotas, secuestros, asesinatos, torturas), aplicada tanto entre mafias como hacia las poblaciones que explotan, someten, o sus consumidores, se ven a plena luz en su faceta más extrema. Pero esto no quiere decir que la competencia capitalista habitual esté exenta de los procedimientos extraeconómicos. De igual modo, la explotación de una clase por otra es fundamental en ambas expresiones burguesas.

El narcocapitalismo no puede hallarse separado del capitalismo tradicional, es su engendro y no puede dejar de establecer una innegable y permanente interinfluencia. Esto queda de manifiesto en la ineludible necesidad de lavar las cuantiosas sumas de dinero sucio producidas por el narcotráfico para contribuir a la reproducción del Capital en su conjunto.

El desarrollo del narcotráfico en las últimas décadas es inseparable de las dificultades para la obtención de grandes ganancias en diferentes ramas de la producción, así como de la desocupación que arrastra tanto al consumo como al trabajo en esta creciente industria. Se encuentra completamente arraigado en la reproducción del Capital, así como en la reproducción de la fuerza de trabajo.

En este sentido, el Estado y sus fuerzas del orden, no pueden erradicar el narcotráfico sino ponerle límites, administrarlo y participar en sus cuantiosas ganancias.

El auge de las mafias es ciertamente un signo de crisis, y de las crisis no se sale con ilusiones, como las de querer “volver” a un capitalismo decente: virtuoso, pacificado o saneado; un capitalismo sin narcotraficantes, sin asesinatos brutales transmitidos por Instagram, sin barrios precarios y miserables. La imagen del monstruo alimenta la esperanza de la posibilidad de un mal menor, de una salida mercantil y democrática.

Elecciones y acusaciones

De izquierda a derecha lo importante es hacer campaña para las elecciones de octubre, o las que vienen: «El gobierno de Milei es el responsable ideológico de este triple femicidio» o «Plantear si es o no un tema sobre el Ministerio de la Mujer es de una bajeza y de una poca seriedad total y absoluta (…) Es al narcotráfico donde se tiene que apuntar y no a esto que se ha empezado a decir en las marchas sobre el Ni Una Menos», como señaló la ministra de Seguridad.

Para el gobierno nacional y sus seguidores la responsabilidad es del gobierno de la provincia de Buenos Aires, para la oposición es del gobierno nacional. Se echan la culpa para que el chivo expiatorio sea el otro. Sin embargo, todos participan en la administración de esta sociedad, solo que les molestan sus “excesos”, sus inseparables excesos.

El Capital es una mafia, una organización a veces criminal, a veces legal. La explotación capitalista sirve a la guerra y a la paz, al trabajo registrado y al semiesclavo. Algunos burgueses son mafiosos, otro no, pero todos participan de unas estructuras mafiosas que exceden la buena o mala voluntad de los explotadores, incluso los “honestos”… Si podemos llamar honestidad a la omisión y el mirar para el otro lado en medio de una institución estatal o de una empresa que vive de la explotación de nuestra fuerza de trabajo.

La sociedad capitalista y su consecuente “guerra de todos contra todos” crea un suelo fértil para las mafias. Lo que las frena del exterminio mutuo es su consciencia de que la cohesión asegura su supervivencia. Y para eso está el Estado, para negociar y tolerarse. Para, como mucho, denunciar la corrupción para cambiar de jugadores pero jamás cuestionar el juego.


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Para ampliar:

• «Mujeres y trabajo» (Cuadernos de Negación nro. 14) [Clase y género]

• «Población y género en Argentina» y «Población sobrante y género» (Cuadernos de Negación nro. 16)

• «Narcotráfico y Capital» (La Oveja Negra nro. 79)

GAZA: LA MASACRE CONTINÚA

La situación en Gaza supera día a día los límites de lo imaginable, o ya no. La masacre bélica es continuada por una hambruna producida no solo por la destrucción de los medios de vida sino también por el bloqueo al acceso de ayuda humanitaria. La crueldad del Estado de Israel y la complicidad internacional es abrumadora.

Desde el 2 de marzo de 2025, el bloqueo israelí a la Franja de Gaza impide el ingreso de alimentos y suministros médicos. Gran parte de la población sobreviviente del asedio y del fuego en Gaza muere de hambre entre los escombros. O peor aún: el colmo de las crueldades es el asesinato de cientos de personas a manos de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) mientras aguardan alimentos en los sitios de distribución.

«Es un campo de masacre: soldados de las FDI recibieron la orden de disparar deliberadamente contra gazatíes desarmados que esperaban ayuda humanitaria», tituló el periódico israelí Haaretz: «Según los oficiales y soldados que prestaron servicio en sus zonas, las FDI disparan contra las personas que llegan antes de la hora de apertura para impedir que se acerquen, o de nuevo después del cierre de los centros, para dispersarlas».

Un soldado dijo que es «un campo de muerte»: «Donde yo estaba destinado, mataban entre una y cinco personas por día. Se las trata como a una fuerza hostil: sin medidas de control de multitudes, sin gas lacrimógeno, solo fuego real con todo lo imaginable: ametralladoras pesadas, lanzagranadas, morteros. Luego, una vez que abre el centro, los disparos cesan y saben que pueden acercarse. Nuestra forma de comunicación son los disparos».

Los últimos informes de las Naciones Unidas indican que la situación alimentaria en la Franja de Gaza ha entrado en fase 5, tipificada como “catastrófica”. Se caracteriza por la alta probabilidad de muertes por inanición o por la combinación de desnutrición y enfermedades. Podríamos señalar las violaciones del derecho internacional humanitario, pero sabemos que vivimos en un estado de excepción permanente.

Así que ahora que la masacre está casi completamente consumada los criminales de guerra comienzan a confesar. ¿Con qué fin los obedientes sicarios del Estado de Israel hacen estas denuncias? ¿Salvarse el pellejo ante el peligro de un tribunal internacional?¿Conflictos interburgueses? ¿La oposición política a su actual presidente/criminal de guerra?

Con un total de asesinados de aproximadamente 66.000 desde el 7 de octubre de 2023, con la orden del desalojo total de la Ciudad de Gaza, con el el desplazamiento de miles de personas, con los delirios inmobiliarios sobre el territorio asediado. Recién ahora los medios comienzan a denunciar, recién ahora Netanyahu es abucheado en la ONU. La imagen del monstruoso Israel alimenta la defensa del mal menor, del resto de los países capitalistas y democráticos que explotan y matan de maneras mas civilizadas.

Como señalábamos en una nota anterior, normalizamos los horrores más gráficos. A este punto, una herida tan profunda solo podrá sanarse con otra forma de civilización o con una revolución. No se puede reparar utilizando el conjunto de herramientas del sistema, porque está roto.

Fuera de Gaza somos “bombardeados” con imágenes de una matanza descomunal en vivo y en directo, nos convertimos en espectadores de una masacre cotidiana. Que podemos sufrir, ignorar, pensar, difundir, denunciar… Gaza nos recuerda, seamos conscientes de ello o no, de lo que es capaz la burguesía para conseguir sus fines, nos recuerda que para este modo de producción un territorio y su población pueden ser descartables, de un momento a otro puede convertirse en un obstáculo para la acumulación y las ganancias.

PODER, CORRUPCIÓN Y MENTIRAS

La absoluta politización de la opinión pública con fines electorales tiene una indignación selectiva. No importa la corrupción o las mentiras, sino quién las ejerza, quién tiene el poder. Generalmente indignan los males superficiales frente a los estructurales, o simplemente las novedades o los excesos.

La corrupción puede definirse como todo abuso del poder público con el objeto de obtener gratificaciones de índole privado o beneficios políticos. Y así funciona la democracia. La corrupción es un problema que el buen ciudadano sitúa entre la Moral y el Derecho.

El actual presidente triunfó machacando con la corrupción del gobierno anterior y afirmando que «Argentina se hunde porque destruyó los valores morales» y que «con los delincuentes no se negocia». La oposición a comienzos de este año erigió la “cripto-estafa” con esperanzas de helicóptero. Ya fantaseaban con la dimisión del presidente o al menos un debilitamiento de su figura. Las esperanzas renacieron con “las coimas del 3% de Karina”. Pero la corrupción es una constante, su denuncia, el fingido asombro, sirve solamente para hacer carrera política o mantenerse en ella. Es el síndrome de Lilita Carrió, quien denuncia la corrupción del oficialismo, más allá de quien gobierne, alimentando el relato político y reaccionario de una democracia capitalista donde explotadores y explotados podrían convivir en armonía en una nación que avanza hacia el progreso. Pero la democracia es corrupción, explotación y conciliación de clase.

Cuando una parte de la población se indigna selectivamente con las actuaciones del poder judicial, cabe recordarnos que la Justicia existe para reproducir un orden social injusto, y persigue a quienes lo enfrentan, gobierne quien gobierne. También se entromete en las disputas interburguesas, favoreciendo capitalistas y sectores políticos, perjudicando a otros. El kirchnerismo utiliza la difusa noción de “poder real” para referirse a un sector intocable de la burguesía local alineada con el capital financiero y extranjero, a quienes sus políticas habrían perjudicado por lo que codifica la condena de Cristina Fernández de Kirchner como un castigo impulsado por dicho sector a través de una Justicia adicta. Resulta curioso cómo el kirchnerismo gobernó casi dos décadas sin tener el “poder real”. Es necesario un análisis más serio del Estado, su vinculación con los distintos sectores de la clase capitalista en Argentina y, fundamentalmente, de la relación de todos ellos con el proletariado, es decir, de la lucha de clases.

La respuesta de por qué esto le ocurre al kirchnerismo desde hace varios años y se consumó meses atrás con la condena, hay que buscarla en su agotamiento como representante del conjunto de la reproducción del Capital en Argentina. Parecemos asistir al final de un ciclo que surgió luego de la crisis de la convertibilidad para restaurar el orden y recomponer la acumulación sobre bases menos rígidas, que a la vez contuvieron e institucionalizaron las luchas. Esto significó sostener aspectos esenciales de la reestructuración de los 90 como la flexibilización y precarización del trabajo, a la vez que rehabilitar, con el viento de cola del precio internacional de los granos y salarios destruidos, el desarrollo de capitales improductivos mercadointernistas cuya reproducción es, como ya vemos, insostenible a largo plazo. El discurso peronista sobre la redistribución de la riqueza, el fifty-fifty, su enfrentamiento al “poder real”, al “poder económico concentrado” no es más que la envoltura ideológica de una forma específica de acumulación del capital en Argentina y de su inserción al mercado mundial, que es al mismo tiempo una forma específica de la explotación de la fuerza de trabajo.

Cuando otra parte de la población se indigna selectivamente porque Milei prometió poner fin a la corrupción y no solo no lo hace sino que la ejerce, cabe preguntarse: a estás alturas del siglo XXI, ¿quién puede creer en los discursos de los gobernantes o aspirantes a serlo? La misión de Milei es administrar una economía en crisis, recortar, ajustar, reprimir, dar esperanza: mantener el orden capitalista, frente a una población desorientada que vota como castigo a los políticos, por bronca, o ya ni se preocupa por ir a votar.

La corrupción es inherente a la propiedad privada y su oportuna denuncia sirve al Capital para cambiar el rumbo de la administración del Estado cuando lo requiere, cambiando algunas figuras, amenazando con hacerlo, buscando afectar lo menos posible la estabilidad de su propia reproducción. Por esto último, las condenas por causas de corrupción a altos mandos del Estado difícilmente llegan cuando están en funciones. A pesar de todo, los políticos y burgueses preservan algunos códigos, ya que para “afanarse el choreo” es necesario preservar la sociedad que posibilita la existencia del choreo. Recordemos que toda ganancia, legal o ilegal, privada o estatal, descansa en última instancia en la extracción de plusvalor, la apropiación de trabajo ajeno.

Fuera y contra la batalla cultural y las campañas electorales intentamos comprender nuestra realidad para transformarla: por un mundo más allá de las mezquindades de quienes gobiernan y quienes aspiran a hacerlo. Para luchar por un mundo más allá de la privación y la explotación.

NUEVO LIBRO: MÁS ALLÁ DE AMNISTÍA. AUTOLESIÓN Y REVUELTA

Publicado originalmente como fanzine, lleva varios años circulando en castellano en diferentes formatos bajo su título original «Beyond Amnesty». Revisamos la traducción para esta edición con la que buscamos aportar a la discusión en torno a la salud mental, cuestión cada vez más relevante en el capitalismo contemporáneo. Agregamos además un epílogo propio para la presente ocasión.

De autoría anónima, podemos situarla en Inglaterra, en los primeros años de este siglo XXI. Con un estilo entre la reflexión y la crónica personal, este texto se inscribe dentro de la corriente anarquista insurreccional, la crítica de la psiquiatría y de la civilización.

Disponible en la biblioteca, para distribución y en su versión digital en el sitio de Lazo Ediciones.

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Presentación del libro para el programa de radio Primavera Negra (Wallmapu, septiembre de 2025)
https://youtu.be/8TcXTHvAvmg

EN PREPARACIÓN: BOLETÍN LA OVEJA NEGRA. NÚMEROS 1-100

Con el boletín La Oveja Negra buscamos comprender el mundo que habitamos, agitar, señalar las causas profundas de los malestares sociales, participar de las luchas en curso, solidarizarnos, darles visibilidad.

Continuamos sosteniendo que otras formas de lucha son posibles, que otra sociedad es posible, sin Capital y sin Estado, sin propiedad privada y sin dinero.

Mantenemos la perspectiva histórica del movimiento por la superación de las condiciones existentes a la vez que intentamos contribuir a su actualización, a ir al tiempo de nuestro tiempo.

Durante el mes de octubre lanzaremos una edición facsimilar que reúne las primeras 100 ediciones del boletín en su formato original, encuadernadas, con tapa serigrafiada y con un índice temático preparado para la ocasión. Para su difusión, relectura, debate, preservación, así como contribuir a su continuidad y gratuidad.

viernes, 4 de julio de 2025

NATALIDAD Y CAPITAL EN ARGENTINA

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Desde hace décadas la población mundial y local crece más lentamente y, de mantenerse las tendencias actuales, comenzará a reducirse antes de fin de siglo. En los noticieros y redes sociales circulan una serie de datos ilustrativos:

• Argentina tiene cada vez menos nacimientos y ha aumentado el promedio de edad en que se tiene el primer hijo.
• Los hogares con hijos menores ya no son mayoría: en 2022, el 57% no tenía niños o adolescentes.
• Hay cada vez más hogares monoparentales, un 80% de los cuales están liderados por mujeres.
• Los mayores de 85 años pasaron de representar el 1,5% de la población en 1991 al 11,8% en 2022.
• La tasa de natalidad cayó un 40% desde 2014 y el promedio de hijos por mujer es de 1,4 a nivel nacional. En la ciudad de Buenos Aires el número baja a 0,9.

Cabe recordar que para que la población de un país se mantenga estable (sin considerar la migración) el índice de fecundidad o promedio de hijos por mujer debe situarse en torno a los 2,1. Un índice menor sostenido en el tiempo supone una disminución de la población. El aumento de la esperanza de vida vuelve este proceso más lento, a la par que crece el promedio de edad. Todavía falta para llegar al punto de inflexión poblacional en Argentina, aunque ya se ha producido en varios países. ¿Esto debería preocuparnos? En el mundo somos una población de 8.000 millones que crece cada vez más lentamente y puede empezar a decrecer hacia fines de este siglo. Únicamente si estuviésemos camino a desaparecer como especie cabría la preocupación. Dado que no es el caso, se evidencia la dimensión moral detrás de los temores.

Estos son promovidos al difundir que se vende más alimento de mascotas que pañales, para la semana siguiente cambiar de tema y olvidar la baja de la natalidad. Al abordar el tema, las justificaciones son puestas delante de los hechos: la “ideología de género”, las dificultades económicas, el mascotismo, la adolescencia extendida, la misantropía, o el mero rechazo a la maternidad y paternidad serían entonces los causantes de la baja de natalidad y los cambios en las formas de trabajo. No es tan simple, la reproducción de la población se encuentra determinada por el Capital. Por mucho que racionalicemos los motivos de maternar, paternar, o no hacerlo, a nivel social estos motivos son determinados por potencias sociales que exceden nuestra vida individual.

Consideramos que la cuestión de la población es fundamental para comprender esta sociedad y sus transformaciones. Reflexionar en torno a la población implica preguntarnos cómo se reproduce la especie humana al interior del modo de producción capitalista, es decir, la relación entre explotación asalariada, reproducción biológica y división sexual del trabajo.

“Poblar la Argentina”

Argentina desde los comienzos de su historia tiene el estigma de ser un “país vacío”, es decir, un extenso territorio poco poblado. Para la conformación del Estado argentino fue fundamental el exterminio indígena, masacrando hacia el sur y despojando hacia el norte. La ilusión de los padres de la Patria era traer migrantes obedientes, pero se les llenó el territorio de anarquistas y revolucionarios.

«Gobernar es poblar» fue la máxima planteada por Alberdi en sus Bases y puntos de partida para la organización política de la República de Argentina de 1852. Allí resaltaba la necesidad de aumentar la cantidad, así como la calidad de la población a través de la inmigración. Posteriormente advirtió que los resultados de la apertura a lo que llamaba «inmigración espontánea» no fueron los esperados.

A las preocupaciones por poblar y gobernar se sumaron, hacia fines del siglo XIX y principios del XX, las inquietudes en torno a la reproducción biológica de la población, de la procreación, de la maternidad, de la calidad de la fuerza de trabajo de mano de la eugenesia… lo que hoy podríamos llamar políticas de género.

De “somos muchos” a “somos pocos”

Si bien Argentina, al igual que otros países del llamado “tercer mundo”, mantuvo su prédica poblacionista hasta hace algunas décadas, las políticas demográficas dominantes impulsadas por los países centrales comenzaban a tomar otro rumbo. Desde la década de 1960 se extendió la idea de que la “superpoblación” absorbería los recursos existentes a nivel mundial y generaría un deterioro del medioambiente que pondría en riesgo la vida en la Tierra, aunque la preocupación en verdad giraba en torno a la estabilidad y desarrollo de la sociedad capitalista. Así, de acuerdo a necesidades burguesas, en 1972 el Club de Roma encargó al MIT el informe titulado «Los límites al crecimiento», uno de los exponentes ideológicos más relevantes del neomalthusianismo moderno. Las alarmas se habían encendido en un particular contexto de crecimiento poblacional: 1964 había sido el año con la mayor tasa en la historia de la humanidad.

Por otra parte, cabe subrayar que esa “superpoblación” es relativa, es decir, una población excedente con relación a las necesidades del Capital. No fuimos o somos muchos: somos muchos viviendo de este modo, donde se tira la comida producida, donde nos concentramos en ciudades, donde producimos para la ganancia y no simplemente para vestirnos, alimentarnos, disfrutar y habitar un espacio. Aquello que se percibe y se nombra como exceso demográfico o población sobrante es una expresión concreta de la propia dinámica del modo de producción capitalista.

Si bien el ritmo del crecimiento poblacional se ha desacelerado notoriamente en las últimas décadas, la población sigue estando muy por encima de la necesidad de fuerza de trabajo del Capital. De este modo, los “asentamientos irregulares” (villas, favelas, chabolas, campos de refugiados) de muchas regiones del mundo crecen a un ritmo más acelerado que el de las urbanizaciones.

La opinión desesperada pasó en pocas décadas de señalar el peligro de la “superpoblación” a suponer que “están reduciendo la población”. Desesperación, ignorancia, ecologismo catastrofista, conspiracionismo, mil y una maneras para no analizar el modo de producción capitalista y para no pensar colectivamente posibles maneras de superarlo.

Cuando se cuestiona la baja de natalidad, lo primero que suele aparecer sobre la mesa no es el futuro de la especie sino el propio, es decir, la vejez. Con cada vez menos jóvenes, surge la pregunta sobre quiénes se harán cargo de los viejos, ya sea directamente o aportando a las cajas jubilatorias. Pero, una vez más, no se trata simplemente de la cantidad de personas, sino de lo que las personas hacemos. En las condiciones laborales actuales con salarios de pobreza y la mitad del mercado laboral en negro, se degradan las jubilaciones y se dificulta la posibilidad de ayudar a los mayores. Evidentemente no es un problema de la cantidad de trabajadores, sino de las condiciones de su explotación.

La explicación moralista

Desde las nuevas y viejas derechas, y en particular desde el gobierno de turno, vinculan la caída de la natalidad con el feminismo, el globalismo, el wokismo y su “ideología de género”. Apuntan a la legalización del aborto y al feminismo por la caída de la natalidad en Argentina. El presidente Milei dijo en un discurso reciente: «Ahora se están dando cuenta que se les pasó la mano en atacar a la familia, atacar a las dos vidas y ahora lo estamos pagando con caídas en la tasa de natalidad. Ahora el miedo es que el mundo se quede sin gente.» (Discurso en la Cumbre 2025 de la Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina).

Pero revertir las tendencias en la natalidad no es verdaderamente su objetivo, así como tampoco representa una necesidad del Capital al que le sobra cada vez más población. Es tan solo una oposición discursiva con fines electorales. Milei insiste en que la demografía juega un rol determinante en el crecimiento económico con ejemplos absurdos como que «resulta más probable encontrar un Mozart en una población de un millón de personas que en una de mil». También lo hace con referencias a Adam Smith, quien vinculaba el desarrollo de la división del trabajo con crecimiento del mercado, suponiendo que un mercado más grande implica necesariamente más personas y, sobre todo, suponiendo que más personas hacen crecer un mercado, cuando a las claras el problema demográfico bajo el capitalismo surge porque faltan medios de producción para que las personas puedan vender su fuerza de trabajo de manera tal que puedan acceder al consumo.

El objetivo recurrente, en verdad, es oponerse al progresismo: «Dado el destrozo que han causado las políticas verdes sobre la natalidad y el nivel de población futura (al límite estúpido de exterminar a la especie humana por cuidar el planeta) se deberían replantear las políticas en materia demográfica más allá de la atrocidad de estar asesinando seres humanos en evolución en el vientre de la madre.» («Tiempo para el crecimiento», Infobae, 30 de mayo de 2025).

Los reaccionarios que hasta ayer decían que los pobres “tienen hijos para cobrar planes” son los mismos que se horrorizan porque “Argentina va a quedar despoblada”. No piensan, opinan. Es tan absurdo afirmar que la legalización del aborto hace reducir la población, como lo es decir que las ayudas sociales la hacen crecer.

Veamos el primer caso. La baja de natalidad es un proceso que comienza mucho antes de la legalización del aborto. La cantidad de embarazos disminuye y más aún disminuyen los que terminan en aborto. Es el control de la natalidad el que crece y el aborto es una de las formas de llevarlo a cabo. La legalización del aborto es más un efecto que una causa de la baja de la natalidad.

En segundo lugar, los pobres no “tienen hijos para cobrar la asignación” y esto puede comprobarse rápidamente al repasar los datos. En septiembre de 2024 en Argentina eran alrededor de 4,1 millones los beneficiarios de la AUH, representando aproximadamente un tercio del total de niños. Los titulares a cargo que perciben esta ayuda son 2,33 millones (95,6% son mujeres), de los cuales un 52,5% tienen un solo hijo de hasta 17 años, un 28,5% tienen dos, un 12,7% tres hijos, un 4,3% cuatro, y solo un 2% tiene 5 o más hijos. (Datos extraídos del último «Informe de estadísticas de la seguridad social» de la ANSES, publicado en enero de 2025).

Cuando las argumentaciones se desmoronan cabe responsabilizar a individuos. Entonces aparecen las “teorías” de la conspiración como un desafío al orden dominante contra la “elite”. El hecho de que haya empresas que apoyen o promuevan el control de la natalidad, el aborto, así como el matrimonio entre personas del mismo sexo, no es suficiente para afirmar que hay una conspiración, ni mundial, ni de familias, ni extraterrestre. El que los capitalistas hagan de cada necesidad un negocio, que lucren y planifiquen, eso no constituye una conspiración. El que los empresarios se reúnan con los gobernantes, tampoco lo es. Son los negocios, es la corrupción, es el Capital, es el Estado. Los “complotistas” no ven nada malo en el lucro salvo cuando contradice su moral occidental y cristiana.

La explicación “multicausal”

Desde el progresismo se analiza el fenómeno de la caída de la natalidad como un fenómeno multicausal. Se señalan las dificultades económicas, mayores posibilidades de las mujeres para insertarse al mercado laboral y la educación sexual como las causas principales. Pero inmediatamente cabe preguntarse el porqué de dichos porqués, los motivos detrás de cada una de las “multicausas”.

Cabe preguntarse, por ejemplo, por qué existieron elevadas tasas de natalidad en condiciones deplorables de vida durante el siglo XIX y comienzos del XX, o por qué la inserción de las mujeres al mercado de fuerza de trabajo en los albores de la industria a mediados del siglo XIX no estuvo acompañada de una pronunciada baja de la natalidad.

La esperanza de vida al nacer ha estado en constante crecimiento, aunque con claras diferencias entre regiones, en todo el mundo. De este modo, no se necesita una natalidad elevada para contrarrestar la mortalidad infantil. A su vez, la cantidad de años en que una persona puede vender su fuerza de trabajo también ha aumentado y las edades jubilatorias se van retrasando. Todo esto es importante, pero la causa fundamental detrás de la baja de la natalidad es el crecimiento de la población sobrante para el Capital a la que referíamos anteriormente. Sobran cada vez más vendedores de fuerza de trabajo, por lo que nos vemos empujados a reducir nuestro número.

Esto impacta directamente sobre la división sexual del trabajo, ya que aumenta la cantidad de años de vida que las mujeres pueden dedicarse de lleno al trabajo asalariado. Su inserción masiva en el mercado laboral y el definitivo cuestionamiento de la maternidad como destino se dan en este contexto de crecimiento de la población sobrante, que implica un creciente deterioro en las condiciones de venta y reproducción de la fuerza de trabajo. [En el nro. 16 de Cuadernos de Negación analizamos la relación entre población sobrante y género en profundidad].

Desde el feminismo liberal se celebra la baja de natalidad en cuanto ampliación de la libertad de las mujeres y cuestionamiento de los roles de género tradicionales. En el «Informe sobre el Estado de la Población Mundial 2023» titulado «8.000 millones de vidas, infinitas posibilidades. Argumentos a favor de los derechos y libertades» la ONU es clara respecto de las necesidades del Capital: «a la hora de sostener la economía de una sociedad en proceso de envejecimiento y con tasas de fecundidad bajas, impulsar la paridad de género en la fuerza de trabajo resultaría mucho más útil que aumentar de nuevo la fecundidad».

Desde otros sectores del feminismo, en cambio, se asocia la baja de la natalidad con las dificultades económicas, y hasta con el “borrado de la mujer”. De este modo, muchas mujeres (y hombres) deciden no tener hijos, aunque desearían lo contrario, y tenerlos puede incluso ser considerado un acto de resistencia a las condiciones impuestas. Entonces critican a quienes celebran la baja de la natalidad y proponen luchar por mejorar las condiciones en que se tienen y crían los hijos. Esta lucha es necesaria al igual que toda lucha por mejorar la reproducción de los vendedores de fuerza de trabajo, tengan o no hijos, pero suele suponer arbitraria y moralmente que la natalidad debería crecer. [Dos números atrás en este boletín, en un artículo titulado «El género en crisis», ahondamos en las transformaciones de la división sexual del trabajo de las últimas décadas y las encendidas discusiones al respecto].

Desnaturalizar la población

Hay un mito que dice que las estadísticas son objetivas, que “los números no tienen ideología”. Sin embargo, cualquier observación de un fenómeno evidentemente omite otros, la cuestión es cuáles y cómo se relaciona con lo observado. La honestidad es elemental cuando los datos encontrados chocan con nuestras intuiciones, al igual que la pregunta incansable por las determinaciones más fundamentales de la realidad que reproducimos todos los días.

Dado que no queremos hacer economía ni política, coincidimos con Marx en su apreciación sobre la población publicada en Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (“Grundrisse”, 1857). Cuando consideramos un país desde el punto de vista económico-político comenzamos por su población y lo reducible a estadísticas. Parece justo comenzar por lo real y lo concreto. Sin embargo, la población es una abstracción si dejamos de lado las clases que la componen. Estas clases son, a su vez, una palabra vacía si desconocemos los elementos sobre los cuales reposan: el trabajo asalariado o el Capital. Estos suponen intercambio, división del trabajo, precios, etc. Si comenzáramos, pues, por la población, tendríamos una representación caótica del conjunto y, precisando cada vez más, llegaríamos analíticamente a conceptos cada vez más simples: de lo concreto representado llegaríamos a abstracciones cada vez más sutiles hasta alcanzar las determinaciones más simples. En este punto, habría que emprender el viaje de retorno hasta dar de nuevo con la población; pero esta vez no tendríamos una representación caótica de un conjunto, sino una rica totalidad con múltiples determinaciones y relaciones.

La población no es un simple amontonamiento de seres humanos, no es un hecho natural. Su producción y reproducción son producto histórico de las relaciones de clase, incluyendo la división sexual. Cada modo de producción supone un desarrollo particular de su población tanto en su cantidad como en sus características. Buscamos comprender cómo se reproduce la población al interior del modo de producción capitalista, desnaturalizando aquello que nos viene dado, sin nostalgia ni haciendo apología de sus transformaciones. Cuando la sociedad comienza a hacerse determinadas preguntas es porque puede responderlas. Solo se trata de atreverse a enfrentarlas.